Estamos viviendo la era de la historia de la humanidad en la que los cambios de todo tipo (sociales, económicos, tecnológicos…) se suceden a más velocidad que nunca. Incluso tenemos la sensación de que esta velocidad no dejará de crecer.
Esta fue la razón por la cual AMES se planteó en el año 1987 la necesidad de recoger en un documento “solemne” aquello en lo que creíamos como empresa: unos valores firmes, sólidos y constantes en el tiempo, que sirvieran para definirnos como empresa y como personas pertenecientes a ella, y que fuesen nuestro norte y guía si en algún momento los fuertes cambios que nos rodean nos pudieran desorientar. Así surgió la primera versión de nuestros Principios de Empresa y de su documento acompañante, el Decálogo de la Calidad Total, concepto que en aquellos tiempos se empezaba a discutir entre las empresas que aspiraban a ser “excelentes”.
Los Principios de AMES definen nuestra cultura y lo que pensamos que se debe hacer por tal de ser una empresa modélica, vista desde dentro y vista desde fuera. Hacen de nosotros una empresa fuerte para el futuro, donde todos sus miembros pueden ir a trabajar sabiendo que encontrarán un lugar donde realizarse personal y profesionalmente, donde el entorno de trabajo será cordial, de compañerismo y avanzado tecnológicamente, donde encontrarán una empresa mirando siempre hacia el futuro con ganas y empuje, pero con los pies en el suelo. Al mismo tiempo, queremos que estos valores sean percibidos por nuestros clientes, quienes deben sentir la confianza de que comprando nuestros productos y contratando nuestros servicios, recibirán el mejor trato posible y unos productos de la máxima calidad y tecnología al mejor precio.